domingo, 31 de agosto de 2014

Del principio del resto de mi vida. De mi china vida (30)

2004
Empecé a tener un poco de hambre. Era la hora de la merienda y, cómo sabéis, no soy de saltarme ninguna comida.

- Pues deberías - dijo la china.

- ¡Joder! ¿Ya me lees el pensamiento? - dije yo un poco acojonado.

- No, es que llevas un buen rato mirando el escaparate del McDonald's. ¿Entramos?

- Pero porque tú lo has dicho, que por mi...

- Ya, claro. Vamos dentro. - dijo ella.

Y entramos.

- Yo quiero un sandy caramelo.

- No hay caramelo - me dijo la china. - Aquí sólo tenemos chocolate y fresa.

- Ufff - suspiré yo -. No me acaba el chocolate y la fresa... no sé.

- ¿Nos vamos?

- De chocolate y con trocitos de almendra, gracias.

La china fue al mostrador y al cabo de un rato volvió con dos de fresa.

- ¿Tampoco había de chocolate? - le pregunté yo.

- Perdón, había entendido de fresa. 

- ¿Cómo has podido confundir fresa con chocolate?

- Soy china. Hago lo que puedo.

Tenía hambre, así que en mi afán por no discutir con ella me comí el sandy de fresa y empecé mi historia.

- ¿Sabes? Considero 2004 como el año que cambió mi vida. Gracias a lo que pasó ese año se explica mi presente y mi futuro.

- ¿Y eso?

- Conocí a una persona muy especial que marcó mi vida a partir de entonces. A una persona que me salvó la vida. No literalmente, claro. Pero lo hizo.

- ¿A tu marido? - preguntó ella.

- ¡Ah! Sí, bueno... a él también lo conocí en 2004. - dije con una sonrisilla.

- ¡Qué fuerte! ¿Puede haber alguien que marcara tu vida más que tu marido? ¿Conociste a alguien más importante en 2004?

- Bueno, la verdad es que en 2004 conocí a mi marido y a muchos de los que son ahora mis amigos. Un nueve de octubre, por cierto. Pero si, previamente, no hubiera conocido a Andrés seguramente no hubiera conocido al resto.

- ¿Andrés? ¿Quién es Andrés?

- Bueno - empecé yo -. ¿Cómo contarte quién es Andrés? Es complicado de explicar. Nos conocimos por internet. En la época que funcionaban los foros y el messenger.

- ¿Ligando?

- ¡Ja! Eso creía yo, pero no. Hablando de teatro al principio. Luego en conversaciones que se alargaban hasta altas horas de la madrugada. Hablando de todo, sin tapujos morales ni cortapisas. Supongo que los astros se alinearon para que conectáramos inmediatamente. Lo que pasó entonces sería ahora prácticamente imposible.

- Ya.

- Después de muchos días y de muchas noches de confesiones llegó el momento de conocernos en persona. Yo me encontraba muy perdido esos días. Deprimido es la palabra. Me ahogaba. En otro momento no hubiera aceptado la invitación de un "extraño" a tomarme una Voll Damm, pero lo hice. Acudí a su bar. Tenía la sospecha de que no decía ser quien era. A pesar de las miles de conversaciones que habíamos tenido, había un no sé qué que me decía que lo que quería, en el fondo, era pegar un polvo conmigo. Así que movido por la curiosidad, acudí.

- ¿Y qué pasó?

- Pues lo que tenía que pasar: que todo lo que me había contado era verdad. Que ni ligue ni hostias. Casado, dos hijos y heterosexualmente feliz. Un desastre.

- Pero a ti te gustaba, por eso fuiste.

- ¡Qué dices! Ni siquiera había visto una foto suya. Se negaba a ponerla en el messenger mientras se cachondeaba diciendo que las mías eran muy gays. Un pedazo de cabrón. 

- ¿Y por qué cambió tanto tu vida?

- Me prestó a sus amigos, a su familia.

- ¿Cómo? - preguntó ella extrañada.

- Ya he dicho que en ese momento yo estaba mal. Me encontré, de repente, solo en la vida. No sé. Tenía amigos, claro que los tenía. Los de la falla o los de teatro, por ejemplo, que los conocí antes, pero me encontraba solo. No sé por qué razón fui a su bar, me tomé esa Voll Damm y vi algo de luz entre la miseria emocional en la que me encontraba. Me presentó a su gente y empecé a ir todos los viernes noche puntualmente al bar. Al final sus amigos empezaron a ser también los míos. Su familia empezó a ser también la mía. De una forma u otra, muchos de los que ahora me conocen, se lo deben a él. Algunos incluso ocupan mi corazón tanto como él pero... las cosas fueron como fueron.

- Y te presentó también a tu marido.

- No. A Víctor lo conocí meses después en una cena, pero si no hubiera superado mi tristeza, gracias a Andrés, estoy seguro de que no hubiera tenido fuerzas para ir a esa cena.

- La maldita manía de pensar "que hubiera o que no hubiera pasado sí" - empezó a decir ella.

- No, china, esta vez no - le corté antes de que siguiera -. Sé que te gusta ser sarcástica de vez en cuando, que te gusta sacarle punta a todo, pero esta historia es muy importante en mi vida. Hay una cosa que valoro por encima de todo y eso es la amistad de un amigo. Un amigo es algo sagrado. Y aunque sé que tengo más amigos y que ninguna amistad es comparable con otra, Andrés y yo hemos pasado por muchas. Buenas, muy buenas, malas y peores pero, en diez años, siempre juntos. Siento, y sé que no me equivoco, que el día en que lo conocí mi vida cambió para siempre.

- ¿Qué pensará cuando lo lea?

- Bueno, seguramente querrá matarme. Incluso puede que sienta algo de vergüencilla al ver esto publicado, o suelte alguna carcajada, no sé, pero no creo que se sorprenda, ya me conoce. ¡Y tanto que me conoce! Así que ajoyagua.

- ¿Qué significa ajoyagua?

- A joderse y a aguantarse, china, que todo hay que explicártelo. A joderse y a aguantarse, que para eso es mi amigo.

sábado, 30 de agosto de 2014

De victorias con sabor a derrota o viceversa. De mi china vida (29)

2003
Como me había propuesto contarle toda mi vida, decidí empezar a hacer caso omiso de sus comentarios. Estaba dispuesto a llegar hasta el final fuera como fuera.

- Sabes... 2003 no fue un mal año. - empecé a decirle yo.

- ¡Vaya! - me dijo - ¡Qué rápido se te pasan los enfados!

- ¡Que va! Para nada. Me cuesta mucho desenfadarme.

- ¿Rencoroso? - me preguntó.

- No. Perdono, pero no olvido.

- Eso es rencoroso.

- No, eso es que no puedo olvidar. Tengo demasiada memoria. Defecto profesional supongo. Aún recuerdo muchos de los textos teatrales que hace años que hice. Mira, en los primeros minutos de "El rey león", Zazú le dice a Mufasa que los elefantes están enfadados por no sé qué. Mufasa le dice que les diga que lo olviden. Zazú le dice: lo intentan, pero no pueden. Es un chiste sobre la memoria de los elefantes. Supongo que es lo que me pasa a mi.

- Entiendo. Y ¿qué no olvidaste de 2003?

- En 2003 aprendí una cosa que nunca he olvidado. Y no es mala, muy al contrario. Recuerdo que ese año Sevilla Dénia estaba nominada en la Gala de la Cultura a cuatro premios por "Hamlet". La obra había sido todo un éxito y mucha gente nos dio por seguros ganadores. Había sido un esfuerzo titánico. Ensayamos cuatro días a la semana durante muchos meses. Todos estábamos ilusionados con la obra. Un gran reto. 

- Ya me imagino. Hacer "Hamlet" con falleros no debió ser nada fácil.

- Al contrario. La implicación de todos y cada uno de los que salían fue brutal. Había muchas ganas.

- ¿Y qué paso?

- Pues lo que suele pasar: el que entra Papa, sale obispo. Llegamos a la Gala como seguros ganadores y nos fuimos de vacío. Ni un solo palet. Nada. 

- Sería un palo tremendo.

- Mucho. Cuando llegamos al casal habíamos preparado champán y pasteles para celebrarlo. Nunca unos pasteles fueron tan amargos. Además había mucho dolor y se hicieron muchos comentarios que nunca se debieron hacer y que nos acompañaron durante mucho tiempo.

- Es lógico. El dolor tiene esas cosas. Saldríais derrotados.

- Eso pensé esa noche, pero no. A pesar de la mala experiencia siempre agradeceré lo que pasó.

- ¿Y eso?

- Habíamos ido al concurso con el clásico entre los clásicos. Mirando a todo el mundo por encima del hombro. Habíamos disfrutado muchísimo, pero habíamos olvidado por el camino que no se va a un concurso de teatro a ganar.

- ¿Ah no? ¿Cómo que no? ¿A qué se va si no?

- A un concurso de teatro no. El teatro es teatro. Es algo puro. Es difícil de explicar, pero si olvidas el verdadero sentido de hacer teatro estás perdido. Incluso aunque te premien. El teatro se ama o no es teatro. Nosotros o, mejor dicho, yo lo olvidé. Sólo quería ganar. Demostrar a la panda de zoquetes que participaban en el concurso que yo era el mejor, menospreciando sus obras y su trabajo. De hecho en cuanto tenía ocasión criticaba a todo el que podía y si me criticaban a mi, contestaba con cierta ferocidad sabiéndome entendido en el tema

- Vaya ego.

- Mucho. Uno se cree el rey porque es tuerto en un mundo de ciegos.

-  Y ¿qué descubre? 

- Que el único ciego es él.

- Y ¿por qué dices que lo agradeces lo que pasó? Sería una experiencia muy frustrante.

- Pues por que desde ese momento en la falla recuperamos el verdadero espíritu de hacer teatro: jugar.

- To play.

- ¡Exacto! Ese mismo año cambiamos de mentalidad. Nos levantamos del golpe y volvimos a empezar. Nos pusimos a ensayar "Durang, Durang!" con la filosofía de pasarlo bien. De disfrutar. De hacer teatro y aprender. De compartir. Y un año después se demostró que estábamos en el camino correcto: ganamos el concurso cuando sólo habíamos ido a hacer teatro.

- ¡Bien por vosotros!

- ¡Bien!

- Y ¿desde entonces?

- Desde entonces hemos ganado alguna vez más pero siempre hemos disfrutado de hacer teatro juntos. Nunca hemos vuelto a criticar en ningún foro a ningún compañero. No contestamos a las críticas que nos hacen y sólo divulgamos las positivas. De hecho sólo nos ha ido mal cuando hemos perdido de vista esa filosofía. No siempre hemos ganado, claro, pero las derrotas, las de verdad, no las que te impone un jurado, sólo se han producido cuando, previamente, nosotros mismos ya habíamos sido derrotados. Cuando habíamos perdido el verdadero objetivo de lo que hacíamos: to play.

Se me quedó mirando un tanto seria. Reflexionando sobre lo que le había contado. Pensativa. Haciendo balance de las derrotas convertidas en derrotas, cuando empezó a reirse muy fuerte y me dijo:

- Vaya puta moñada de historia me acabas de contar. Vaya inútiles perdedores que os iríais escaldados de la Gala de la Cultura. Anda que ir de listillos por la vida... Aún os pasa poco. ¡Qué atajo de inútiles! ¿Esta historia es para sentar cátedra o algo así? Contigo es que me parto el culo.

La miré con tranquilidad, respirando, con serenidad. Sabía exactamente lo que tenía que hacer: buscar un hueco en el cerebro para no olvidar nunca las palabras de la putachinadeloscojones.

- Lo pagarás - pensé - tarde o temprano lo pagarás. Es lo que tiene el karma.

viernes, 29 de agosto de 2014

De Ibiza, entre otras cosas. De mi china vida (28)

2002
- ¿Por qué estás callado? - me preguntó la china. - ¿No fue un buen año 2002?

- Sí, pero es que cada vez me cuesta más filtrar y contar sólo alguna cosa importante.

- ¿Tantas cosas te pasaron?

- Bueno, en esa época trabajé mucho. Muchísimo. Y en mil sitios. Tenía un trabajo fijo, pero luego los fines de semana siempre había algún extra. A veces incluso entre semana. Hacía mil cosas a la vez.

- Ganarías dinerito - me dijo la china sonriendo y meneando los dedos con más cara de china que nunca.

- La verdad es que sí. No para hacerse millonario, pero no lo pasé mal, desde luego. Y gané mi primer premio en el teatro fallero.

- ¿Con tu falla? ¿Con Sevilla Dénia?

- No.

- ¿Noooo? - se extrañó la china.

- No. Mi primer premio en el teatro fallero fue con Domingo Orozco, la falla de unos amigos.

- ¡Anda! - dijo ella haciéndose la sorprendida - Así que entonces ya eras un mercenario.

Hubo un silencio. Nos miramos a los ojos. Yo la miré odiantemente (y me importa un pimiento que no exista la palabra)

- ¿Me puedes explicar por qué a todo le tienes que sacar punta? - le dije un poco molesto.

- Va, no te enfades, que estás de vacaciones - me dijo haciéndome caritas.

- Hablando de vacaciones - retomé yo la conversación -. En 2002 estuve en Ibiza.

Hubo un silencio. Nos miramos a los ojos.

- ¿Ves? - me dijo -. Es que hilas muy mal las cosas, tío. Deberías hacerlo con más naturalidad.

Hubo un silencio. Nos miramos a los ojos. La miré más odiantemente.

- ¿Qué quieres qué haga, china de los cojones? - le dije yo -. Tengo poco espacio, mucho que resumir y cosas que no se conectan unas con otras. Pues hago lo que puedo.

Nos miramos. Silencio. Ella seguía mirándome desafiante.

- Menudo chapuzas estás hecho. En fin... soy toda oídos - dijo finalmente -. Cuéntame por qué todo el mundo se va de vacaciones a Ibiza ¿Qué tiene Ibiza? 

Dudé un poco en si contestarle, pero hilar un premio de teatro con unas vacaciones en Ibiza ya había sido esfuerzo suficiente como para discutir con la china.

- Pues, no sé qué tiene Ibiza - seguí narrando -. Yo era la primera vez que iba. El caso es que, ahora que lo nombras, me doy cuenta de que no sólo todo el mundo se va a Ibiza, sino que lo más importante es publicarlo.

- ¿Qué quieres decir?

- Pues que cuando yo me fui a Ibiza no se enteró nadie. Bueno, mi madre y los amigos con los que me fui, claro. De hecho el carrete de fotos de ese viaje está en mi casa aún por revelar.

- Se habrá podrido.

- No sé. Algún día de estos sacaré las fotos. Deben ser divertidas.

- ¿Por qué no las llevaste a revelar? - me preguntó ella.

- Porque en esas fotos hay mucha gente en pelotas en la playa, yo incluido, y no encontré un sitio discreto donde llevarlas.

- ¿Desnudos artísticos?

- Digamos que hay de todo un poco. 

La china me miró extrañada.

- Estábamos en Ibiza - le dije justificándome.

- Pues encontrar un sitio ahora también será complicado.

- Ya, pero ahora me da menos vergüenza que entonces.

- Pero si no ibas a revelarlas, ¿para qué las hiciste?

- ¡Yo qué sé! ¡Las hice! Esas cosas no se piensan. Se hacen. 

- ¿Y a quién se las ibas a enseñar?

- ¡A nadie, maldita sea! Eran para consumo propio.

- ¿Como las drogas que te tomaste en la isla?

- Sí. No. ¿Qué dices? ¡Que me lias!

- No, te lias tú solo.

- ¿Pero por qué hay que enseñárselo todo a todo el mundo?

- Lo dice el que lleva medio día hablándome de su vida y dice que va a escribirlo todo en un blog cuando vuelva. Esto es más pornográfico que la mierda de fotos que tendrás en ese carrete podrido.

- ¡¡No es lo mismo!! - grité yo.

- ¡¡¡Parecido!!! - gritó ella.

- Vamos a ver, china... - le dije ya nervioset - Lo que digo es que antes se disfrutaban más las cosas. Se hacían y ya está. No se hacían para contarlas, sino para recordarlas. Pero para recordarlas tú. Ahora vas a un concierto y está todo el mundo haciendo fotos, vídeos y yo pienso: ¿para qué hacen eso? ¿Han venido al concierto o a hacer un reportaje para Facebook? Si estás grabando o haciendo fotos, no estás viendo el concierto. Van a Ibiza y se hacen megareportajes en la isla. Ahora en la playa, ahora en el hotel, ahora en una discoteca. ¡¡¡Mirad, tías, que bien me lo estoy pasando!!! ¡¡He tenido que hacer quinientas fotos para salir delgada, pero mirad que bien!!

- Noto cierta envidia por tu parte.

- No. Sólo digo que antes se disfrutaba más de las cosas, de los amigos, de las conversaciones. Que estamos en la era de la comunicación y cada vez estamos más incomunicados. ¡¡¡Que se está matando gente por hacerse selfies!!! Es una puta locura. - sentencié.

Hubo un silencio. Muy largo. La china me miraba.

- Cuidado que eso es un error de racord - me dijo la china advirtiéndome.

- ¿Qué dices ahora de racord?

- Pues que ahora mismo estamos en China en septiembre de 2013, los selfies no se van a poner de moda hasta marzo de 2014 con los Óscar, la gente empieza a matarse por un selfie en verano y no vas a escribir tu blog hasta agosto de ese mismo año. Que eso que has escrito de los selfies o no pasó o no lo dijiste o te lo estás inventando. Estás cometiendo un error de continuidad. ¿Ves? Lo que te decía al principio: hilas muy mal las cosas.

La miré odiantemente.

jueves, 28 de agosto de 2014

De primeras y últimas veces. De mi china vida (27)

2001
La china se levantó de la cama y empezó a vestirse.

- ¿Dónde vas tan deprisa? - le dije yo.

- Vamos a la calle. Además me tienes que seguir contando la historia de tu vida. Supongo que en 2001 sí que te pasarían cosas.

- Sí, claro. Pero ¿no podemos hablarlo aquí tranquilamente? - le dije yo todo repantigado en la cama.

- Será mejor que nos vayamos antes de que venga alguien. No estamos en mi casa - me dijo con toda tranquilidad.

Yo pegué un bote de la cama y empecé a vestirme.

- Pero si antes has dicho que estábamos en tu casa. Has abierto la puerta con llaves. - le dije yo.

- Repasa mentalmente. Yo no he dicho nada. Todo te lo has dicho tú. - me dijo ella que ya estaba vestida y preparada para salir.

Yo me vestí a toda prisa. Eché un vistazo a la habitación intentando dejarlo todo como estaba. Iba a ser difícil. Ella me vio ordenar la cama, pegó un sonoro suspiro y empezó a bajar por las escaleras. Al verla bajar dejé lo que estaba haciendo y salí tras de ella. Al llegar a la calle le dije:

- Oye, lo de antes...

- Lo de antes - me dijo interrumpiéndome -, no ha ocurrido.

- Pero...

- No ha ocurrido y punto. No vamos a volver a hablar sobre ello porque, sencillamente, nunca ha pasado.

Se dio media vuelta y empezó a andar. Yo me quedé unos segundos pensando y decidí seguirla.

- Está bien - pensé -. Si es lo que ella quiere... esto no ha sucedido.

Andamos unos metros un poco deprisa y me dijo:

- 2001. Nuevo siglo. Tienes un negocio. ¿Qué ocurre?

- Bueno - empecé yo aún con el pensamiento en lo que no había pasado -, pues es un año con mucha actividad. Tanto buena como mala. Para empezar me llaman para hacer la Objeción de Conciencia. Al no estar ya estudiando se me acaban las prórrogas y no me queda más remedio que prestar el servicio.

- Pero ¿no fue en 2001 cuando se anuló el Servicio Militar Obligatorio? - me preguntó ella extrañada.

- Correcto - le dije yo. - Yo fui el último en prestar el servicio en el Ayuntamiento de Burjassot.

- ¡Qué pringao! ¿Y eso?

- Pues que tuve mala suerte. Me llamaron para incorporarme en marzo y de los diez que fuimos llamados sólo acudí yo. La funcionaria que me atendió me dijo que no tenían la esperanza de que nadie se presentara ya que, al acabar el 31 de diciembre, por mucho que denunciaran que no se había presentado nadie, no iban a solucionar nada. La diferencia era que yo tenía 27 años y sentido de la responsabilidad, y los que no se presentaron no llegaban a los 20. Le pedí por todos los medios que hiciera como que yo tampoco me había presentado, pero me dijo que eso era imposible y me envió a hablar con el concejal que llevaba el tema.

- ¡Que mala pécora! ¿Y el regidor tampoco te lo solucionó?

- Tampoco. A pesar de explicarle que estaba trabajando, que tenía un negocio y que era absolutamente necesario que yo estuviere allí, hizo caso omiso, me firmó la hoja de incorporación y me pasé nueve meses haciendo fotocopias y ordenando archivos.

- ¡Qué majo! Y ¿qué ocurrió?

- Pues lo que tenía que ocurrir: todas las mañanas encerrado en el ayuntamiento, por mil quinientas pesetas al mes. Seis meses después el negocio cerraba ante la imposibilidad de pagar a nadie que lo gestionara en mi ausencia y ante el evidente abandono del mismo.

- ¡Qué injusto!

- ¡Mucho! 

- Pero también has dicho que pasó algo bueno.

- Sí, es cierto. En 2001 cree mi propia compañía de teatro: El Acróbata Producciones.

- Eso está muy bien.

- Y estrené con ella, en la Mostra de Teatre d'Alcoi, una obra que recordaré siempre con mucho cariño: Réquiem, de Chema Cardeña.

-  Y ¿qué tuvo de especial?

- Bueno, un actor no siempre tiene la oportunidad de estrenar mundialmente un personaje.

- Mundialmente dice. Mira que eres exagerado a veces. - me dijo entre risas.

- ¿Acaso no fue mundialmente? Nunca nadie jamás había interpretado ese personaje. Elio, que es como se llamaba, tiene el tanto de mi, como del autor, y que Chema me perdone.

- Como se entere de que vas diciendo eso por ahí, sí que te va a perdonar, sí. Menudos son los autores.

- Más de una frase de las que hay en el guión la dije yo en los ensayo.

- Pero eso no te convierte en autor del mismo. Ni siquiera lo escribiría pensando en ti.

- Cierto. Cuando lo escribió ni me conocía. Y eso no me convierte en autor, desde luego, pero yo lo siento así. Elio es mío. Lo podrán interpretar diferentes actores, de hecho ya lo han hecho y, posiblemente, mil veces mejor que yo, pero siempre habrá una parte de ese personaje que me pertenezca. Es difícil de explicar, pero es así. 

- ¿Y no has estrenado más personajes?

- Sí. He tenido la suerte de estrenar más personajes, pero Elio siempre será el primero.

- Uno siempre recuerda las primeras veces.

- Recuerdo también que en los ensayos Chema se sorprendía con cosas que hacían los personajes. Decía: "Mira lo que dice este ahora, pero qué morro tiene", "Y ahora va y estornuda, qué oportuno" o cosas por el estilo.

- Pero si lo había escrito él - me dijo sorprendida.

- Eso mismo le contestaba yo, pero ahora que estoy escribiendo una novela le doy toda la razón: muchas veces los personajes hacen lo que les da la gana.

- Yo también hago muchas veces lo que me da la gana - me dijo ella guiñándome un ojo.

- Si, hija mía, sí. Y eres toda un personaje.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Del sexo en China (y II). De mi china vida (26)

2000
Aún estaba dolorido de la galleta que me había metido la china cuando se volvió y me dijo:

- Ya hemos llegado al año 2000. 

Yo me quedé un momento en silencio reflexionando sobre lo que quería ahora. No me atrevía a hablar por miedo a que me diera otra buena. Finalmente me decidí a hablar.

- Entonces, ¿quieres que siga? - le dije con un hilo de voz.

- ¿Me queda otra opción? - me preguntó ella frunciendo el ceño.

- Bueno, podemos dejarlo aquí si quieres. No hay ninguna necesidad de seguir, además el año 2000 no tuvo nada de especial.

- Sigamos.

- Pues eso, que ahora mismo no recuerdo nada del año 2000.

- ¿Estás de broma?

- No, en serio. ¿No te pasa que hay algunas lagunas en tu memoria? 

- No.

- A ver, claro que pasaron cosas. Volví a Valencia y abrí un negocio con otros tres amigos: una sala en la que se daban cursos de teatro, se alquilaba para ensayos, para exposiciones de arte. Conocí a mucha gente ese año, pero o no hubo nada destacable o me falla mucho la memoria.

- O no quieres recordarlo. - me dijo ella.

- No, en serio, no se trata de eso. Echas la vista atrás, piensas en hacer un resumen de toda tu vida y de repente no encuentras nada.

- Ya. Pues inventate algo, no sé.

- A lo mejor es el efecto del guantazo que me has dado, pero ahora mismo no recuerdo nada interesante. - dije tocándome la parte de la cara donde me había dado.

- ¿Te duele? - me dijo ella con sinceridad.

- Menos - le dije yo.

- A ver - me dijo mientras apartaba mi mano con dulzura.

Y en ese momento nos quedamos mirándonos a los ojos. Ella no me había soltado la mano y la situación era un poco incómoda.

- No te preocupes - le dije yo - se me pasará el dolor.

Ella dio un paso hacia adelante y se acercó peligrosamente a mi. Yo notaba su cuerpo tan cerca que un escalofrío recorrió todo mi ser. No entendía que es lo que me estaba pasando, pero me dejé llevar. Aún dio un pequeño paso más. Nuestros cuerpos no podían estar más cerca. Noté como su otra mano buscaba la mía y así nos quedamos un momento, pegados uno al otro. Alzó su mirada y yo bajé mi cabeza y nos fundimos en un beso. No sé ni cuanto duró. Estaba experimentando algo que ni yo mismo me esperaba. Empezó a llover. Una lluvia fina propia del mes de septiembre. Por un instante ni siquiera fuimos conscientes de lo que pasaba. Nosotros seguíamos allí. Mojándonos.

De repente tiró de mi mano y los dos salimos corriendo como dos colegiales felices. Riéndonos, intentando escapar del agua que ya empezaba a calar en nuestra ropa. Llegamos a un patio cercano, ella empujo la puerta y entramos dentro para refugiarnos. Entre risas me empujó contra la pared, se acercó y volvió a besarme. Un beso suave y violento a la vez. Tenía unos labios dulces, carnosos. En ese instante el mundo parecía haberse parado.

Volvió a salir corriendo, cogiéndome de la mano, escaleras arriba. Yo no podía hacer otra cosa que seguirla. Mi cabeza intentaba razonar, pero algo estaba pasando que era más fuerte que yo. Abrió una puerta y nos introdujimos dentro de una casa. Era su casa. Me arrastro hasta el salón y me empujó contra el sofá. Yo me quedé allí sentado admirando su cuerpo. En un instante se quitó la blusa y descubrió sus pequeños pechos al mismo tiempo que se sentaba sobre mi a horcajadas. Yo la cogí con fuerza y no pude hacer otra cosa que retirarle su pelo mojado y besar su suave cuello, mientras con las manos desabrochaba su sujetador. Estaba tremendamente agitado. Mi corazón bombeaba a mil por hora debido a la situación. Ella se deshizo de mi camiseta y nos fundimos en un abrazo. Nuestros cuerpos mojados por la lluvia.

Me levanté con ella aún encima y besándonos me fue indicando el camino hacia su habitación. Llegamos los dos jadeando con la excitación de dos adolescentes. Nos tumbamos en cama, yo encima de ella, con los torsos desnudos y sin dejar de comernos a besos. No recuerdo ni como nos habíamos ya descalzado, tan solo los dos pantalones separaban nuestros cuerpos ardientes. No sé quien de los dos desabrochó el primero, sólo sé que en cuestión de segundos ahí estábamos los dos besándonos en ropa interior. 

Empecé acariciando su cara y seguí bajando mi mano hasta llegar a sus pechos. Hacía años que no recordaba esa sensación, ese tacto suave de unos pechos turgentes. Sin dejar de besarla bajé mi mano por su cintura y la desnudé por completo. Nos dimos la vuelta y pude admirar por un instante su belleza oriental. Ahí estaba ella, encima de mi, con el pelo cayéndole sobre los hombros, mirándome directamente a los ojos. A penas fue un instante pues enseguida se abalanzó sobre mis labios de nuevo. Copiando mi gesto empezó a acariciarme la cara, bajó su mano por mi pecho, llegó hasta mi cintura, metió su pequeña mano y con un ligero movimiento tiró de mi ropa interior.

Ahí estábamos los dos desnudos, en una inmensa cama que parecía no acabarse nunca, comiéndonos a besos, a mordiscos. No hubo ni una sola parte de nuestros cuerpos que no recorrieran nuestros labios, nuestra boca. Ella tan blanca, yo tan moreno. Ella tan pequeña, delicada y yo tan grande. Oriente y occidente. Pasó casi una hora hasta que decidimos fundirnos en uno solo. Nuestros cuerpos latiendo al unísono, sudando, cabalgando juntos. Nuestra imaginación no cesaba ni un momento. Nuestros cuerpos parecían bailar encima de la cama, en el suelo, de pie contra la pared. Uno y otro, los dos probándonos por toda la habitación. Volvimos a la cama para acabar en un éxtasis conjunto que hacía mucho que no había experimentado. 

Nos quedamos tumbados en la cama mirándonos, aún sin saber muy bien qué es lo que había pasado. A pesar de lo ocurrido aún tenía ganas de besar su boca, de seguir allí eternamente. Me miró con mucha ternura, acariciándome el pelo todavía empapado, me dio un beso en la barbilla y me dijo con una sonrisa:

- Estás loco ¿Por qué has hecho esto?

Yo la miré a los ojos, sonriendo, satisfecho y le dije:

- Porque un verdadero artista siempre se debe a su público.

martes, 26 de agosto de 2014

De la prostitución. De mi china vida (25)

1999
- Y a todo esto - preguntó la china con curiosidad -. ¿A qué fuiste a Madrid?

- ¡A triunfar! - le dije yo.

- Ya - dijo ella.

Y hubo un silencio. Un silencio largo. Una pausa larga.

- ¿Quieres hacer ya la maldita pregunta? - le dije yo sabiendo perfectamente cual era.

- ¡Qué ansias, hijo! - dijo ella -. Qué forma de romper la tensión dramática. Ya te la hago, pesao.

Y hubo otro silencio. Un silencio largo. Una pausa larga. Miradas directas a los ojos. Y por fin ella dijo:

- ¿Y triunfaste?

- ¡NO! - dije yo desesperado por tanta parsimonia china -. ¿Crees que si hubiera triunfado estaría aquí ahora en China de cháchara contigo?

- Lo imaginaba. - dijo ella con absoluta tranquilidad.

- No como uno quiere triunfar a los veinticinco años, desde luego - le dije yo -. Me fui con doscientas mil pesetas en el bolsillo y poco más. Dos meses pensé que aguantaría. Durante ese tiempo me sentí vivo y frustrado al mismo tiempo. Por un lado realicé un montón de castings para las series que después admiraba en televisión. Madrid es una ciudad fantástica para trabajar y para el sector audiovisual. Pero por otro lado en dos meses no hice ni un solo amigo. No salí ni una sola noche. Nada. Ni con los tres compañeros de piso. Frustrante.

- ¿Y cómo aguantaste allí? - me preguntó la china.

- Cuando ya estaba haciendo las maletas para volverme me llamaron para decirme que había sido seleccionado para actuar con la Primera Compañía Joven de la Comunidad de Madrid.

- Eso es bien.

- Sí, eso es bien. Me seleccionaron para hacer de "Soldado 1" en Hamlet de Shakespeare. La obra estaba dirigida por el director de cine Jaime Chávarri. 

- Bueno, por algo se empieza - dijo ella.

- Sí, por algo se empieza. De hecho en la segunda lectura Chávarri cambió de opinión y me ofreció el papel de "Laertes".

- Muchísimo mejor. - dijo ella.

- Sí, desde luego. 

- Lo siento por el otro actor.

- Yo no.

- ¡Cómo sois los actores!

- Mi hermana que siempre me ha acompañado en mi carrera actoral se desplazó a Madrid para ver el estreno.

- ¿Y qué tal fue?

- Lamentable. No por el director, del que guardo un grandísimo recuerdo y con el que estuve en contacto hasta varios años después, si no por el desesperante productor de la obra que la hundió casi antes de que se estrenara.

- ¡Vaya! - dijo la china.

- Sí. Al menos gracias a la obra conocí a un montón de actores fantásticos y pude aguantar unos meses más en Madrid. Salí de fiesta y conocí la noche madrileña.

- Algo es algo.

- Y tuve la oportunidad de prostituirme. - le solté yo a bocajarro.

- ¿¿¿Te dedicaste a la prostitución??? - me preguntó ella con los ojos como platos.

- No. He dicho que tuve la oportunidad, no que lo hiciera. Me ofrecieron dinero a cambio de sexo. Bueno, ni siquiera dinero. Me ofrecieron un techo, comida caliente y contactos en el mundo del cine y la televisión.

- ¿Qué dices? - continuó sin dar crédito a lo que contaba.

- Como te lo cuento. - le dije yo sinceramente.

- Qué cutre todo, ¿no? - me dijo ella ya entre risas. - Ni siquiera dinero. Aunque lo de los contactos era como para pensárselo.

- Sí. Y lo pensé, no creas. Lo pensé y lo consulté. Pero en ese momento tienes veinticinco años, eres joven, estás enamorado y ni siquiera te lo planteas. Además el que lo proponía tampoco era un adonis que digamos. Una semana después ya había conseguido a otro.

- ¿Y ese triunfo en el mundo del cine? - me preguntó la china,

- La verdad es que no.

- Entonces era un mal negocio.

- Nunca lo sabremos. A esa edad yo no estaba preparado para esas cosas.

- Ni a esa edad ni a ninguna. - intentó sentenciar ella.

- ¡¡Anda que no!! - le dije yo entre risas - Me pasa eso ahora y acepto. ¡Vamos!

- ¿Qué estás diciendo?

- ¿Que qué estoy diciendo? Que si ahora me viene un tiparraco montado en el dólar y me ofrece dinero por sexo le digo que sí. Pero, vamos, con los ojos cerrados.

- No hablas en serio. - dijo ella mirándome con cara extraña.

- ¡Ay, cariño! El sexo está sobrevalorado. 

- La prostitución es algo muy feo.

- Pues claro que sí. La prostitución que se ejerce en la calle, la que se hace por necesidad, por obligación. Todo eso es un negocio muy turbio y habría mucho que rascar en el asunto, pero yo no estoy hablando de eso. Yo estoy hablando de otra cosa. Estoy hablando de que te paguen por tener... sexo. ¡Sexo!

- ¿Hay alguna diferencia? - me preguntó ella empezando a enfadarse.

- Pues claro que sí. Y es evidente. ¿Quién no ha soñado con ser chapero de lujo?

- No doy crédito a lo que estoy oyendo.

- Oye guapa, yo estoy en la edad de la transición.

- ¿Qué edad es esa?

- En la que pasas de poder cobrar por tener sexo a tener que pagar por él.

- Bueno, bueno, bueno... Es que es increíble. - dijo ella toda indignada - ¿Pagarías por tener sexo?

- ¿Yo? Jamás. Nunca. A veces no puedo pagar ni la comida, como para pagar por... otra comida. - dije yo entre risas.

- No es cosa de risas - me dijo ella.

- Pero vamos a ver, que te lo llevas todo al extremo. Que no estamos hablando de lo mismo, que no me estás entendiendo. - le dije yo en un tono conciliador.

- Que no se habla más del tema, hombre - dijo ella sentenciando.

- El que no hablemos del tema, no hará que se solucione o que no pase. Que yo no quiero que nadie tenga que prostituirse, pero habrá que hablar del tema, no sé, legislarlo. Algo habrá que hacer. Además yo sólo digo que si me hubieran pagado por cada vez que he tenido sexo...

- En China está absolutamente prohibida la prostitución.

- Pues no lo entiendo, porque la inventasteis vosotros - dije yo en tono irónico.

Y aún no había acabado de pronunciar la frase y ya me estaba arrepintiendo. Se giró la china y me pegó una galleta en toda la cara que aún me están temblando las muelas. Yo me quedé sin poder reaccionar. Ella abrió su monedero y sacó un billete.

- Toma, por una sesión de sadomasoquismo - me dijo mientas me tiraba diez yuanes a la cara.

- Oye, pero esto no ha sido consentido - dije yo como pude con un dolor de cara que tardaría minutos en desaparecer.

La china se giró y siguió andando como si nada. Yo recogí los diez yuanes del suelo y dije, intentando aliviar la tensión, por que al fin y al cabo la hostia me la había ganado:

- He dicho chapero de lujo. Estírate un poco, anda.

- Cada uno tiene lo que se merece... puto.

- Pues vaya forma de estrenarse - pensé yo.

lunes, 25 de agosto de 2014

De salir del armario... De mi china vida (24)

1998
- ¿Te estás dejando muchas cosas en el tintero? - me preguntó la china.

- La verdad es que sí - le dije yo -. Pero es que es difícil resumir un año. Cada vez es más difícil. A veces mientras voy hablando contigo me voy acordando de cosas de otros años que ya he contado. Quizás cuando vuelva a casa empezaré a escribir un libro sobre mi vida y lo publico cuando cumpla los cincuenta.

- "Autobiografía de un tontorrón", sería un buen título - me dijo la china entre risas.

- Tal y cómo lo dices suena fatal. 

- Pues tú me dirás - siguió entre risas.

- "Autobiografía incompleta de un señor de cincuenta" - le dije yo sin pensarlo mucho -. Ese podría ser el título

- Sí, rima y todo. Parece "El fontanero, su mujer y otras cosas..."

- ¡Vale! - le corté yo - Siempre vas a lo mismo. ¡Qué obsesión!

- Venga va, no te enfades. ¿Qué cosas te has olvidado? - me dijo ella.

- Bueno, pues apenas he hablado de mis primos o mis tíos, por ejemplo. - le dije yo.

- Ya me contaste que erais una gran familia. - me dijo ella recordando lo que había dicho aquí.

- Sí, bueno, pero poco más que los numeré. Me han pasado cosas fantásticas con mi familia. Mi prima Irene, por ejemplo, fue la primera, después de mi madre, que se entero de que era gay.

- Tú también... Me dices a mi, pero en cuanto puedes dices que eres gay. Si es que ya me he enterado hace horas - me dijo con un poco de reproche.

- ¿Sabes por qué? - le dije yo -. ¿Sabes por qué aparece tanto en la historia de mi vida? ¿Tú sabes la de veces que he tenido que salir del armario? Ahora ya no, pero hay una época en tu vida que es una continua confesión. Dura años hasta que se lo has contado a todo el mundo.

- ¿Y por qué lo cuentas? ¿Qué necesidad hay? - preguntó ella.

- Pues por que tienes novio, y quieres presentárselo a un amigo, por ejemplo, pero antes tienes que decirle que eres gay. Porque un amigo quiere presentarte a una amiga que está interesada en ti y entonces le dices que eres gay. Porque hay una etapa en tu vida en que todo se resume en que eres gay. Y luego está la familia.

- ¿Qué pasa con la familia?

- Mira, dicen que es mejor ser negro que ser gay. ¿Sabes por qué? Porque cuando eres negro no tienes que contárselo a tu madre.

- Chistaco.

- Te lo digo en serio. En 1998, después de acabar la carrera, me fui a vivir a Madrid. Lo que iban a ser dos meses se convirtió en casi un año. Volví en Navidades a pasarlas con la familia y después de la cena de Nochebuena nos quedamos mi hermana, mi madre y yo hablando de la vida. Mi hermana dijo: Oye, hablando de todo un poco, aquel amigo tuyo que tenías ¿ya le ha dicho a sus padres que es gay? Porque anda que no se le notaba. Yo quería morirme. ¿A qué venía esa pregunta? Mi madre dijo: Pues si yo tuviera un hijo gay o una hija lesbiana me gustaría saberlo. Mi hermana le contestó: Por mi no te preocupes que no lo soy. Y las dos me miraron a mi. Yo las miré a ellas y quería morirme. Mi madre rompió el silencio: Fumas mucho, ¿estás nervioso? Y yo sólo pude decir: No, no estoy nervioso. Y me puse a recoger la mesa. Nos levantamos los tres y nos fuimos a dormir. Bueno, yo no pegué ojo en toda la noche valorando la posibilidad o no de decírselo a mi madre. Al día, siguiente nada más levantarme, me armé de valor y hablé con ella:

- Mamá, que lo que estuvimos hablando anoche... que sí. - le dije yo queriendo morirme.

- ¿Que sí qué?

- Que sí que lo soy.

- ¿Que sí que eres qué?

- Que soy gay.

Hubo un silencio tan grande, tan grande. Parecía que el mundo se hubiera parado.

- Anda que no eres exagerado - me dijo la china.

- Te lo juro. Yo no sabía donde meterme. - continué yo. - Y en ese justo momento llegó mi hermano y la conversación se quedó allí. Aún quise morirme más, porque sabía que la conversación debería seguir, como así fue. Esa misma tarde nos quedamos solos y mi madre sacó el tema. Se echaba las manos a la cabeza. También se echaba la culpa de todo, de si había algo que había hecho mal. Soltó algunas barbaridades: que si eso se cura, que eso no podía ser, que como se enterara la gente, que Dios nuestro señor se va a enfadar. Yo intentaba explicarle que no era una elección, que era así y punto. Y ella aún se lamentaba más, que si esos amigos con los que vas, que las malas influencias, que el teatro... De repente estaba muy enfadada conmigo. Yo no daba crédito a lo que oía, así que le dije que si tanto le molestaba, lo mejor era que me volviera a Madrid y me fui de casa dando la conversación por acabada. Cuando volví a la noche para hacer la maleta, allí estaba ella esperándome. Me dijo que había estado toda la tarde llorando porque había entendido que ella no tenía razón. Que era su hijo y me quería fuera como fuera. Que se había equivocado. Que cuando quisiera que le presentara a mi novio. Estuvimos los dos un buen rato llorando. Fue un día de muchos nervios. No se lo deseo a nadie.

- Vaya - dijo la china con total sinceridad -. Nunca había pensado que fuera tan difícil.

- Ahora con la perspectiva del tiempo y la edad me da risa. Pero te juro que es uno de los peores momentos de mi vida.

- Al menos al final se lo tomó bien. - dijo la china -. Tuviste suerte. Hay padres que no reaccionan igual.

- Cierto. Lo único es que me pidió que no se lo contara a nadie. Que le dejara un tiempo para asimilarlo y cuando ella lo tuviera claro, pues que ya hablara con el resto de la familia.

- Bueno, la petición era razonable. - me dijo la china.

- Sí. - dije yo entre risas.

- ¿De qué te ríes? - me preguntó.

- Nada. Una semana después se lo conté a mi prima Irene que vino a Madrid a pasar la Nochevieja.

- ¡Anda que tú también! ¿Por qué no le hiciste caso a tu madre?

- ¿Cuando se ha visto que un veinteañero le haga caso a su madre?

- También es verdad.

- De todas formas mis hermanos tardaron aún seis años en enterarse. Y el resto de mi familia, diez. Creo que respeté un poco su petición.

- Sí, un poco.


PD: La de la foto es mi prima Irene conmigo en Madrid el día que se enteró.

domingo, 24 de agosto de 2014

Del tontorrontón. De mi china vida (23)

1997
- Entonces volviste al redil - me dijo la china riéndose un poco.

- Así es - le dije yo.

- Y nada volvió a ser como antes - me dijo.

- Y nada volvió a ser como antes - le dije yo - Nunca nada vuelve a ser como antes.

- ¿Te arrepientes de algo? - me preguntó.

- La verdad es que no. Seguro que hay cosas que no volvería hacer, pero hace mucho que acepté que no se puede cambiar el pasado.

- Bueno, nunca se sabe - me dijo ella -. En China avanzamos a la velocidad de la luz en tecnología. ¿Quién sabe si acabamos inventando la máquina del tiempo?

- No digas tonterías. Ni existe ni va a existir. Es imposible.

- ¿Acaso eres físico?

- Vale. Hagamos un pacto - dije yo -. Si se inventa la máquina del tiempo, el primer viaje en el tiempo que hagamos que sea aquí y ahora. - dije yo desafiante.

- Acepto - dijo ella tendiéndome la mano.

Esperamos unos segundos mirándonos a los ojos y nada pasó.

- ¿Lo ves? No existirá nunca una máquina del tiempo. - dije yo soltando su mano.

- Esto no quiere decir nada - dijo ella.

- ¿Cómo que no? Si fuera a existir, y gracias a este pacto, ahora estarían aquí nuestros yos futuros frutos de este pacto. Eso quiere decir que nunca existirá la máquina del tiempo.

- No es cierto - dijo ella con absoluta seguridad -. Eso lo único que quiere decir es que cuando se invente ni tu ni yo estaremos vivos para utilizarla.

Me quedé un momento pensando y al final le dije.

- Me rallas mucho, china. Me rallas mucho.

- Tú, que te pones a divagar. Va, cuéntame 1997.

- Pues pasaron muchas cosas. Bueno, no sé si pasaron muchas o es que conforme vamos avanzando voy recordando muchas más cosas que los años anteriores. Cada vez se hace más difícil resumir.

- Elige un par o tres que quieras destacar.

- Pues ese año encontré mi personaje.

- ¿Cómo? - me preguntó ella sin entender lo que quería decir.

- Pues verás, hay un momento que los actores descubrimos ese personaje que nos hace sentirnos cómodos. Con el que trabajamos a gusto y que, aunque no tenga nada que ver con nosotros, explotamos una y otra vez.

- Entiendo.

- Ese año interpreté en el taller de fin de curso el personaje de Dionisio de "Tres sombreros de copa" de Mihura. Un tontorrontón entrañable al que le cogí mucho cariño. Disfruté creando el personaje y jugando con él. Tanto que he repetido mucho ese patrón en otros personajes.

- ¿Te gusta hacer el tonto? - me dijo sonriendo.

- Y me gusta hacerme el tonto - le dije yo -. No, en serio, es un tipo de personaje que se me da muy bien hacer. Me gustan. Siempre tienen un punto muy dulce, muy cariñoso, muy humano y muy divertido. En esta vida a veces hay que elegir entre ser el payaso listo o el payaso tonto. El listo es el protagonista. Yo siempre he preferido ser el secundario. 

- No lo parece - me dijo ella. 

- Es que nunca nada es lo que parece - le dije yo -. Si en el fondo yo soy una persona introvertida. Eso sí con ataques agudos de extroversión.

- Curioso - dijo ella pensando -. Cuanto menos es curioso.

- Y como anécdota, suspendí mi primera asignatura. Después de tropecientos años de estudiante, fue la primera vez que tuve que ir a recuperación en septiembre.

- ¿Y eso? 

- Pues fue la asignatura de Dicción. Mi profesora, después de tantos años, aún lo recuerda. - empecé a contarle yo divertido - A mi se me difumina un poco la memoria, pero fue de la forma más absurda. La asignatura estaba prácticamente aprobada con la asistencia a clase, pero hubo un examen final. Simplemente había que elegir un texto y leerlo en voz alta a solas delante de ella. Entré en el examen. Ella estaba sentada detrás de la mesa con unas gafas de sol bien oscuras. Saludé. Me senté. Empecé a leer el texto y aún no había leído ni dos líneas y empecé a farfullar. Pero a farfullar de los nervios como no lo había hecho nunca. Sin querer levantar la mirada hacia mi profesora me pareció entrever una sonrisilla en su cara. Yo creo que aguantaba bien fuerte para no reírse en mi cara. Como pude seguí leyendo, aunque para ese momento yo ya no sabía ni lo que estaba leyendo, ni el texto tenía sentido, ni yo me estaba enterando de nada. Acabé y me quedé esperando algún gesto, alguna palabra.

En estos momentos empezaron a caerme dos lagrimones al recordar aquel examen.

- Ella me dio las gracias. - seguí contando yo casi sin poder de la risa que me estaba entrando -. Yo me levanté de la silla, me tropecé y casi me mato. No sé ni cómo, si es que llevaba una cazadora colgando o que leches pasó, pero se me cayeron al suelo un montón de monedas que se desperdigaron por toda el aula. Ella seguía impertérrita detrás de la mesa. Te juro que a mi me pareció ver aparecer dos lagrimones rodando por sus mejillas, pero la cara seguía teniendo el mismo semblante. Recogí como pude las monedas, le di las gracias y creo que aún me tropecé con la puerta al salir. Todo un desastre. Al cerrar la puerta yo diría que la escuché soltando una sonora carcajada.

- ¿Y qué pasó? - me preguntó la china.

- Me suspendió, claro. ¿Qué iba a hacer? Un examen tan fácil y yo había montado todo un espectáculo de clown. Así que me tocó ir a septiembre, pero esta vez todo fue bien y aprobé la asignatura.

- Sí que te había poseído el personaje, ¿no? - dijo ella entre risas.

- Sí, y te puedo asegurar que, a veces, aún me sigue poseyendo.

sábado, 23 de agosto de 2014

Del año del despiporre. De mi china vida (22)

1996
- Creo que me ha sentado mal la comida.- me dijo de repente la china.

- ¿A ti? - dije yo riéndome - Si lo raro es que no me haya sentado a mi como una patada en los huevos porque, de verdad, la comida que tenéis en China deja mucho que desear.

- Pues tu país huele a ajo .- me dijo ella toda enfadada

- ¿A ajo? - le pregunté yo todo extrañado.

- Sí, a ajo. A cualquier plato elaborado que hacéis le echáis ajo.

- Nunca lo había pensado. - dije mientras repasaba mentalmente la cantidad de platos que llevan ajo y, la verdad, son muchos -. Yo la verdad es que como por obligación. No es uno de los placeres de mi vida. A mi no me conquistarías por el estómago.

- Pues no se nota - dijo ella.

- Es que reconozco que comer, no es que coma muy bien. - dije yo .- Y hablando de comer mal, en 1996...

- Vaya truño de introducción al año.- me dijo ella que parece que empezaba a recuperarse.

- Bueno, de alguna manera tenía que enlazar las historias. - dije yo.

- Va sigue. ¿Qué pasó ese año?

- Bueno, pues supongo que después del golpe de lo de mi padre, vino la época del despiporre. Me descontrolé. Cuando uno se enfrenta a la muerte tan de cerca, de repente le entran las ganas de vivir a lo bestia. Se te instala en la cabeza la sensación de que éste puede ser el último día de tu vida y hay que aprovecharlo al máximo y probarlo todo.

- Ya.

- Para empezar dejé de ir al gimnasio.

- Ah, ¿pero ibas al gimnasio?

- Sí, no he podido contarlo todo, pero durante los tres años anteriores iba todos los días al gimnasio. Todos los días. Tenía unas abdominales que se podía lavar ropa en ellas. Una auténtica tableta de chocolate.

- ¡Qué lástima! - dijo ella con sorna.

- Sí, bueno. - dije yo intentando obviar el comentario -. El caso es que dejé de ir porque tenía muchas cosas que hacer y que vivir. Como trabajaba y tenía dinero, me fui de casa de mi madre a vivir a Valencia compartiendo piso. Y ya se sabe lo que pasa en un piso compartido. Un auténtico caos.

- No tiene por qué.

- No tenía por qué, pero lo fue. Como he dicho había que vivirlo todo, probarlo todo. 

- Y empezaste a comer de todo.

- Sí, eso también - dije entre risas -. No, la verdad es que empecé a comer fatal. Salir de casa de tu madre es lo que tiene. No tenía ni idea de cocinar, así que mi nevera estaba llena de fritos y poco más. La freidora era mi gran amiga. No había tiempo para cocinar, había muchas cosas que hacer. 

- Y desde entonces no la has abandonado, a la freidora me refiero.

- Bueno, la utilizo bastante menos. En comparación con aquella época ahora podría decir que casi no la utilizo, así que imagínate.

- Ya.

- Si juntas eso con lo del gimnasio... Mi cuerpo empezó a notarlo.

- Y lo sigue notando. - dijo ella.

- Y empecé a beber.

- ¿No bebías?

- No. Era abstemio. No bebía nada de alcohol. Puede que alguna copa en ocasiones muy especiales, pero nada. Así que empecé a darle a la cerveza, al gin-tonic, a cualquier cosa que tuviera "la chispa de la vida".

- ¿Pero tú querías vivir o autodestruirte? - me preguntó muy seria.

- No lo sé, la verdad. Hay muchas cosas de los noventa que no recuerdo. - dije riéndome.

- No quiero saberlo. - dijo ella.

- Dormir.

- ¿Es que antes no dormías?

- Claro que dormía, pero era de los que se levantaba pronto para hacer cosas, para quedar con amigos, para ir a dar un paseo - le expliqué yo.- Ahora podía estar todo el sábado o el domingo durmiendo sin que mi madre me despertara de la cama. Las siestas eran memorables. Los horarios empezaron a cambiar como mi cuerpo.

- Claro - dijo ella.- rompiste tu rutina por todo lo alto y todo empezó a ir... diferente.

- Y empecé a follar .- le dije yo bien alto.

- ¡¡¡Ajá!!!! - dijo ella como pillándome - ¡¡Así que te iniciaste a los veintidós años!! ¡¡¡Qué tarde!!!

- No, estáte atenta que te pierdes. - le dije yo serio -. Antes hacía el amor. Ahora era otra cosa. Hasta tenía un diario donde apuntaba todos y cada uno de los... ya sabes.

- No, no sé.

- Bueno, da igual. Lo apuntaba todo, con pelos y señales.

- Esto no tiene pinta de acabar bien. Ese ritmo no se puede seguir mucho tiempo.

- Así es. Comer, beber, dormir, follar. Parece un eslogan. El mundo parecía no acabarse, no tener fin. Todo era nuevo, maravilloso. Todo era una experiencia única. No había miedo. No había mañana. Sólo estaba el aquí y ahora. El presente. Locura, desparrame. Y eso teniendo en cuenta que, en general, era y soy bastante prudente, te puedes imaginar lo que significó para mi aquella época.

- ¿Y cómo acaba?

- Pues como acaban siempre estas cosas. Se acabó el dinero, volví a casa de mi madre y todo volvió más o menos su cauce.

- ¡Benditas madres!

- ¡Benditas!

viernes, 22 de agosto de 2014

De los golpes que te da la vida... y la china. De mi china vida (21)

1995
Salimos de comer y empezamos a andar. Estuvimos mucho rato callados. Ella no hablaba, yo tampoco. Íbamos paseando lentamente por las calles de Pekín. Yo admirando esa gran ciudad, ella simplemente a mi lado.

- ¿Continúas? - me preguntó ella como si ya supiera que no me apetecía mucho hablar.

- Fue un año agridulce. - dije yo.

- En algún momento de tu historia sabía que te tenias que poner serio. - dijo ella comprensiblemente -. Noto que eres un chico alegre, pero supongo que todo no han sido victorias en tu vida.

- Así es. - dije yo un poco melancólico.

- ¿Quieres contarlo o nos saltamos el año? - me pregunto ella con mucha dulzura.

- No. Ese año también forma parte de mi vida y de lo que soy actualmente.

- Te escucho.

- Pasaron muchas cosas ese año. Firmé mi primer contrato como actor profesional el 27 de marzo de ese año, el día internacional del teatro. A las órdenes de Michael McCallion iba a tener la oportunidad de participar en el montaje de "Prospero's Star (La estrella de Próspero)". 

- Eso es bueno.

- Imagínate lo que significaba para alguien que acababa de empezar la carrera. Iba a la escuela por la mañana y ensayaba por la tarde. No paraba en casa ni un segundo. Estaba como en una nube. Los ensayos, la magia de ese genio de la interpretación, los profesionalidad de mis compañeros a los que admiraba y continúo admirando. No me creía la suerte que había tenido. Con esa obra estuvimos actuando en Alemania. Recuerdo que fuimos en avión. La primera vez que subía en un avión. Una barbaridad.

- Muy bueno.

- Sí, pero pocos días después de firmar el contrato, mi padre entró en el hospital.

- ¿Se puso malo de repente?

- La verdad es que no. Un año antes lo habían operado de un tumor en el cerebro y parecía que se recuperaba.

- Lo siento.

- No pude acudir al hospital más que un par de días. No pude o no quise. No lo sé. Supongo que no quería verlo. No quería verlo así.

- Lo entiendo.

- Falleció en el hospital justo el día después del estreno. Sé que no es verdad, pero quiero pensar que aguantó hasta después del estreno.

- ¿Estabais muy unidos?

- No te voy a mentir. Yo creo que no nos comprendíamos todavía. Creo que no tuvimos nuestro tiempo, por eso he echado mucho en falta su presencia. Estoy seguro que si ahora viviera sería una de las personas con las que mejor me llevaría. Pero... así es la vida. Se murió cuando empezábamos a entendernos. De la noche a la mañana. De la euforia de un estreno a la tristeza más absoluta. Cuando aún no te ha dado tiempo a nada.

Hice una pequeña pausa. 

- Desde entonces odio los hospitales, odio a los médicos, a las médicas, a los enfermeros y a las enfermeras. 

- ¿Y eso? - me preguntó ella sorprendida.

- Bueno, en realidad no los odio a ellos. Odio este sistema sanitario que se ha deshumanizado y que ha convertido a los pacientes en números, en minutos, en camas ocupadas, en rentabilidad económica y en euros. Y todo ello ha hecho que el personal sanitario también se vuelva más frío, más calculador y empatice menos con los pacientes.

Seguimos caminando un rato en silencio, cogí aire y le dije: 

- Más de una vez he pensado en lo diferente que sería mi vida si...

- Vale, ya tío - me dijo ella con mucha energía.

- ¿Qué pasa? - dije yo sorprendido.

- Que te pasas el día diciendo lo diferente que sería tu vida si no se qué, si no se cuantos.

- ¿Qué no es verdad? - le dije yo.

- Pues claro que no es verdad, y ya cansa. Tu vida es lo que es gracias a lo que ha pasado, no a lo que no ha pasado, ni pasará. En eso consiste la vida. En vivir, pedazo de cansino. Además no existe la posibilidad de volver al pasado, de cambiar las cosas. Da gracias de seguir aquí y aprovecha cada segundo, cada minuto de tu vida.

- Bueno, bueno, bueno... Eres increíblemente insoportable.- le dije

- Va, angustias. Cuando llegues a casa pones en el Facebook un cartelito rollo: esta persona tiene alguien en el cielo con un teléfono esperando que le llame. ¿Lo harás?

- Pues no, imbécil. Si llamo por teléfono y se pone mi padre me puede dar un jamacuco.

- Pues eso.

- Pero eso no quita para que lo eche de menos.

- ¿Alguna cosa más interesante de ese año?

- Pues mira sí, me eché novio. Pero novio, novio. El primero.

- Hombre, ¡por fin vamos a hablar de sexo!

- Ufff, me agotas, de verdad que me agotas.