1982 |
La china seguía haciendo cálculos acerca del precio de la vivienda en los ochenta y a mi me estaba entrando el hambre.
- Podríamos comer algo - le dije yo.
- ¿Quieres un aperitivo chino? - me preguntó ella con cierta sorna.
- No, gracias - le dije yo. - Recuerdo perfectamente lo que pasó la última vez que abrí uno de esos "caramelitos".
Estaba claro que iba a perder kilos en China.
- Tú te lo pierdes - dijo ella mientras se zampaba uno. - Pero continúa, no te cortes.
- ¿Por dónde iba? - dije yo sin dejar de mirar cómo se metía aquello en la boca.
- Acabas de llegar a Burjassot. Una mudanza más. ¿Te costó hacer amigos?
- Me alegra que me hagas esa pregunta. La verdad es que yo nunca he tenido una pandilla de la de "toda la vida". En eso envidio muchísimo a la gente que te dice: "Mira, este es mi más mejor amigo desde que éramos pequeños". Supongo que ha habido demasiados cambios en mi vida. Pero recuerdo perfectamente a los que serían mis dos primeros amigos: uno hablaba francés y el otro valenciano.
Uno era mi único vecino, ya que durante muchos años vivimos en el portal, de doce puertas, sólo dos familias. Nosotros en el cuarto piso y ellos en el quinto. Nosotros en la diez, ellos en la doce. Nos pasábamos el día uno en casa del otro. Con él descubrí a "Astérix y Obélix" o a "Mortadelo y Filemón", o a los dos, no lo recuerdo muy bien.
El otro fue compañero de clase y de colegio, con alguna interrupción, hasta los dieciocho. Íbamos juntos todos los días a clase. Durante años nos recogía su "tata" y nos llevaba juntos al cole. Jugábamos, además, en el mismo equipo de baloncesto y durante años fuimos uña y carne.
De los dos tengo un grandísimo recuerdo - dije yo soltando una lagrimilla.
- ¡Vaya! Te has puesto sentimental - dijo ella sin dejar de comer. - Se nota que te haces mayor.
- Mujer, no todo iban a ser risas. - dije yo.
- ¿Y ya no tienes contacto con ellos? - preguntó ella.
- La verdad es que los tengo a los dos en Facebook, y gracias a ello sigo sus andanzas por la vida. Y, fíjate lo que son las cosas, me alegro mucho por sus éxitos y me preocupan sus inquietudes. Después de tantos años sigue habiendo un vínculo especial entre ellos y yo. No sé si es recíproco, pero es algo que está ahí. Que no se va con el paso del tiempo. Siempre formarán parte importante de mi vida.
- Pero ¿tú crees que te ayudarían a esconder un cadáver? - dijo ella muy seria.
- ¿Qué dices? - pregunté yo contrariado.
- Para saber si uno es tu amigo de verdad hay que preguntarse si te ayudaría a esconder un cadáver. - continúo ella. - Si aparecieras en casa de uno de tus amigos con un cadáver que esconder ¿cuántos de ellos te ayudarían y cuantos de ellos te cerrarían la puerta o te delatarían? Sólo los primeros son verdaderos amigos.
Y la puñetera china me hizo pensar sobre ello a miles de kilómetros de mi casa. Llamadme optimista, llamadme iluso, llamadme amigo de mis amigos, pero encontré al menos una docena que lo harían y por los que yo lo haría. ¿Y vosotros?
¿Nosotros? Yo creo que de verte en esa tesitura (la del cadáver) te ibas a llevar más de una sorpresa. Vamos, que llegado el momento de la Verdad, esos doce se iban a quedar en tres, dos, uno... en el mejor de los casos.
ResponderEliminarPor lo demás, fascinado por las últimas entregas del blog. Gracias.
Ya he dicho que soy optimista e iluso, je, je. Pero sí, puede que si se diera el caso, no hubiera doce en disposición de ayudarme.
EliminarSaludos y gracias por el comentario.