sábado, 30 de agosto de 2014

De victorias con sabor a derrota o viceversa. De mi china vida (29)

2003
Como me había propuesto contarle toda mi vida, decidí empezar a hacer caso omiso de sus comentarios. Estaba dispuesto a llegar hasta el final fuera como fuera.

- Sabes... 2003 no fue un mal año. - empecé a decirle yo.

- ¡Vaya! - me dijo - ¡Qué rápido se te pasan los enfados!

- ¡Que va! Para nada. Me cuesta mucho desenfadarme.

- ¿Rencoroso? - me preguntó.

- No. Perdono, pero no olvido.

- Eso es rencoroso.

- No, eso es que no puedo olvidar. Tengo demasiada memoria. Defecto profesional supongo. Aún recuerdo muchos de los textos teatrales que hace años que hice. Mira, en los primeros minutos de "El rey león", Zazú le dice a Mufasa que los elefantes están enfadados por no sé qué. Mufasa le dice que les diga que lo olviden. Zazú le dice: lo intentan, pero no pueden. Es un chiste sobre la memoria de los elefantes. Supongo que es lo que me pasa a mi.

- Entiendo. Y ¿qué no olvidaste de 2003?

- En 2003 aprendí una cosa que nunca he olvidado. Y no es mala, muy al contrario. Recuerdo que ese año Sevilla Dénia estaba nominada en la Gala de la Cultura a cuatro premios por "Hamlet". La obra había sido todo un éxito y mucha gente nos dio por seguros ganadores. Había sido un esfuerzo titánico. Ensayamos cuatro días a la semana durante muchos meses. Todos estábamos ilusionados con la obra. Un gran reto. 

- Ya me imagino. Hacer "Hamlet" con falleros no debió ser nada fácil.

- Al contrario. La implicación de todos y cada uno de los que salían fue brutal. Había muchas ganas.

- ¿Y qué paso?

- Pues lo que suele pasar: el que entra Papa, sale obispo. Llegamos a la Gala como seguros ganadores y nos fuimos de vacío. Ni un solo palet. Nada. 

- Sería un palo tremendo.

- Mucho. Cuando llegamos al casal habíamos preparado champán y pasteles para celebrarlo. Nunca unos pasteles fueron tan amargos. Además había mucho dolor y se hicieron muchos comentarios que nunca se debieron hacer y que nos acompañaron durante mucho tiempo.

- Es lógico. El dolor tiene esas cosas. Saldríais derrotados.

- Eso pensé esa noche, pero no. A pesar de la mala experiencia siempre agradeceré lo que pasó.

- ¿Y eso?

- Habíamos ido al concurso con el clásico entre los clásicos. Mirando a todo el mundo por encima del hombro. Habíamos disfrutado muchísimo, pero habíamos olvidado por el camino que no se va a un concurso de teatro a ganar.

- ¿Ah no? ¿Cómo que no? ¿A qué se va si no?

- A un concurso de teatro no. El teatro es teatro. Es algo puro. Es difícil de explicar, pero si olvidas el verdadero sentido de hacer teatro estás perdido. Incluso aunque te premien. El teatro se ama o no es teatro. Nosotros o, mejor dicho, yo lo olvidé. Sólo quería ganar. Demostrar a la panda de zoquetes que participaban en el concurso que yo era el mejor, menospreciando sus obras y su trabajo. De hecho en cuanto tenía ocasión criticaba a todo el que podía y si me criticaban a mi, contestaba con cierta ferocidad sabiéndome entendido en el tema

- Vaya ego.

- Mucho. Uno se cree el rey porque es tuerto en un mundo de ciegos.

-  Y ¿qué descubre? 

- Que el único ciego es él.

- Y ¿por qué dices que lo agradeces lo que pasó? Sería una experiencia muy frustrante.

- Pues por que desde ese momento en la falla recuperamos el verdadero espíritu de hacer teatro: jugar.

- To play.

- ¡Exacto! Ese mismo año cambiamos de mentalidad. Nos levantamos del golpe y volvimos a empezar. Nos pusimos a ensayar "Durang, Durang!" con la filosofía de pasarlo bien. De disfrutar. De hacer teatro y aprender. De compartir. Y un año después se demostró que estábamos en el camino correcto: ganamos el concurso cuando sólo habíamos ido a hacer teatro.

- ¡Bien por vosotros!

- ¡Bien!

- Y ¿desde entonces?

- Desde entonces hemos ganado alguna vez más pero siempre hemos disfrutado de hacer teatro juntos. Nunca hemos vuelto a criticar en ningún foro a ningún compañero. No contestamos a las críticas que nos hacen y sólo divulgamos las positivas. De hecho sólo nos ha ido mal cuando hemos perdido de vista esa filosofía. No siempre hemos ganado, claro, pero las derrotas, las de verdad, no las que te impone un jurado, sólo se han producido cuando, previamente, nosotros mismos ya habíamos sido derrotados. Cuando habíamos perdido el verdadero objetivo de lo que hacíamos: to play.

Se me quedó mirando un tanto seria. Reflexionando sobre lo que le había contado. Pensativa. Haciendo balance de las derrotas convertidas en derrotas, cuando empezó a reirse muy fuerte y me dijo:

- Vaya puta moñada de historia me acabas de contar. Vaya inútiles perdedores que os iríais escaldados de la Gala de la Cultura. Anda que ir de listillos por la vida... Aún os pasa poco. ¡Qué atajo de inútiles! ¿Esta historia es para sentar cátedra o algo así? Contigo es que me parto el culo.

La miré con tranquilidad, respirando, con serenidad. Sabía exactamente lo que tenía que hacer: buscar un hueco en el cerebro para no olvidar nunca las palabras de la putachinadeloscojones.

- Lo pagarás - pensé - tarde o temprano lo pagarás. Es lo que tiene el karma.

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